Ni artesano ni integral
El dicho "dime de qué presumes y te diré de qué careces" es tan válido para algunos individuos de la especie humana como para buena parte de la industria alimentaria. Algunas marcas utilizan diferentes términos para captar nuestra atención a través de las etiquetas de los alimentos suelen ser tan llamativos como confusos, y resulta complicado que no se nos cuele en la cesta de la compra un pan que de artesano no tiene más que el nudo de la bolsa o un zumo de naranja que no es tan natural como lo pintan.
El auge de la quimifobia y el ansia de los consumidores por encontrar alimentos sin aditivos perjudiciales para la salud ha llevado a las marcas a etiquetar productos como "naturales" que realmente no lo son. De esta forma consiguen cambiar la percepción que podemos tener de un caldo de verduras o un zumo, por ejemplo. ¿Cómo es posible? No está prohibido expresamente y no hay ninguna legislación que defina exactamente qué es un producto natural. Y como no la tenemos, puede ser cualquiera que matiza que sólo los yogures, el café, las conservas, el agua y los aromas utilizan de forma expresa este término para diferenciarse.
Con los apellidos "artesano", "casero" o "tradicional" pasa tanto o más de lo mismo. Si nos fijamos en la etiqueta y en la apariencia, casi podemos llegar a imaginar que son alimentos elaborados con especial mimo en un horno de leña o gracias a las manos de maestros de la cocina. La realidad es que, en la mayoría de los casos se trata de productos fabricados de forma industrial, "a excepción de aquellos certificados con un sello Especialidad Tradicional Garantizada o los productos artesanos de determinadas Comunidades Autónomas, que llevan un sello de calidad", puntualizan expertos.
Pese a que el Ministerio de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente tiene intención de cambiar la situación, en la actualidad, el caso de los alimentos en los que se puede leer el término "integral" es otro ejemplo paradigmático. La industria alimentaria aprovecha del vacío legal existente para etiquetar panes, galletas y hasta productos de repostería que ni son ricos en fibra (o, al menos, no tanto como nos hacen creer) ni son realmente integrales. En realidad, se trata de alimentos que han sido elaborados con harinas refinadas, aderezadas con salvado de trigo.
La barra libre de las medias verdades en la industria alimentaria también tiene manga ancha con los alimentos etiquetados como "light". Cuando acudimos al súper, a menudo nos decantamos por este tipo de productos que se promocionan a bombo y platillo bajo una denominación que nos hace creer que son alimentos bajos en calorías: quesos "light", mayonesas "light", yogures "light", salchichas ultraprocesadas "light", galletas "light", bombas de chocolate "light" y hasta aguacates "light".
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Fuente: Agencias