Productos engañosos en el mercado y su forma de enamorar al cliente
Productos engañosos en el mercado y su forma de enamorar al cliente
Hemos comido por decenios atún que no era atún, panes integrales que no tenían harina integral, néctares que contienen una cantidad mínima de jugo, a nuestros hijos les damos yogures que dicen que les permiten crecer, cereales que les brindan vitaminas y minerales, así como bebidas gaseosas que nos brindan felicidad. Hemos sustituido nuestros alimentos por productos fabricados a partir de diseños de laboratorios. Desconocemos lo que nos llevamos a la boca.
Gracias a normas hechas a modo de las corporaciones y a una publicidad y etiquetados engañosos, los mexicanos nos hemos convertido en los mayores consumidores de comida chatarra, de productos ultraprocesados llenos de azúcar añadida, de grasas, sal y colorantes, saborizantes, aromatizantes, emulsificadores y demás ingredientes químicos. Entre los mexicanos, los niños son los que consumen los productos ultraprocesados menos saludables, lo más chatarra, los que tienen más azúcar, grasas, sal, más colorantes, más saborizantes y más aromatizantes artificiales.
El contubernio entre las autoridades y las corporaciones en las pasadas administraciones permitieron esto y mucho más, a tal grado que los consumidores mexicanos actuamos con una profunda ceguera respecto a lo que nos llevamos a la boca y les llevamos a la boca a los niños. No es de extrañar que lo que comemos se haya convertido en la principal causa de enfermedad y muerte.
Desde las normas oficiales mexicanas que durante años permitieron que los panes que compramos como panes integrales no tuvieran un gramo de harina integral, que el atún que comemos pueda tener más del 50 por ciento de soya y que los néctares ni tan siquiera tengan una norma oficial mexicana que los regule; hasta la publicidad que permite el engaño a los consumidores, a los padres de familia sobre los productos que les dan a sus hijos: en todos los casos se puede comprobar el servicio de las instituciones públicas reguladoras a los intereses privados. Y lo más grave, el engaño está hasta en las etiquetas que sería el único recurso que tenemos como consumidores.
Más del 70 por ciento de los jugos analizados por PROFECO en 2006 estaban adulterados con agua, azúcares añadidos, colorantes y demás ingredientes. En la práctica, sin norma se podía vender lo que fuera como jugo, bastaba que lo pareciera para el consumidor. Desde 2009 se estableció la norma que evita la adulteración de los jugos. Y la industria, como Jumex y Del Valle, que fue comprada por Coca Cola 3 años antes, se opusieron a que la norma también regulara los néctares. Este tipo de regulación en otros países agrupa a los jugos y los néctares, pero en México la industria logró que se excluyera a los néctares.
Con norma para jugos y sin norma para néctares, la mayor parte de los jugos industrializados desaparecieron del mercado. Del Valle y Jumex, seguidas de las demás industrias del ramo, sustituyeron en las estanterías los jugos regulados por néctares no regulados, y dejaron muy pocos jugos en el mercado. Estas empresas realizaron una gran movida porque inundaron el mercado de néctares que tienen grandes cantidades de azúcares añadidos, colorantes y otros ingredientes añadidos, aprovechándose del hecho de que los consumidores mexicanos piensan que los néctares son jugos concentrados. Si antes habían logrado engañar a los consumidores que compraban jugos que no eran jugos, ahora lo hacen con los néctares que son ingeridos por los consumidores pensando que son un producto muy diferente a lo que realmente son. Por lo pronto, los néctares con altísimas cantidades de azúcares, siguen siendo los predilectos en las tienditas de la escuela y la lonchera de los niños mexicanos que presentan una de las mayores incidencias de sobrepeso y obesidad.
El caso del Atún es el último en darse a conocer, en cuanto a engaño y ocultamiento en la composición de los alimentos. Lo que llama la atención es que en la norma de productos de pesca no se regula el añadido de soya en el producto. Por lo tanto, se puede añadir la soya que se quiera y el consumidor comprará y consumirá el producto sin saber que gran parte del producto contiene soya. Y más grave aún, al no informar la presencia de soya al frente del producto, las personas alérgicas pueden verse en una situación peligrosa. No requerimos realizar una gran reflexión para saber por qué no se estableció en la norma un máximo para el uso de soya en el atún.
A esta larga lista de productos también se le puede agregar la leche, misma donde no todas las marcas pasan por sus normas de control preventivo para su fabricación y estos productos siguen en el mercado porque gran parte de la pobración ya esta acostumbrada a su consumo.
Más allá del pan integral, de los néctares, el atún y la leche que sólo sirven de ejemplo, está el proceso en el que estas regulaciones o ausencias de ellas, se dan por la interferencia de los poderes económicos sobre las funciones públicas.
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Fuente: Agencias